No es solo una bonita frase de piedad santurrona católica… (del P. Rubio) ¡No! Es mucho más… es sabiduría, y como tal tiene tal profundidad que podríamos llamarla el secreto más importante de la Fe Cristiana.
Secreto de Santidad. Y como tal, dificilísimo de alcanzar… pero posible gradualmente por la Misericordia de Dios. Tiene por supuesto sus consecuencias psicológicas… una de ellas, ni más ni menos que la tendencial mitigación del Temor-pasión… y todos los trastornos mentales que se derivan de los miedos mundanos… no es poca cosa.
Trastornos como el Obsesivo-Compulsivo, la Depresión, Ansiedad, el Estrés en general… tienen como eje principal esta asunto, aunque claro pueda ser acompañado por otros elementos casuales secundarios, como los traumas y alteraciones biológicas.
Por eso verán que damos consejos también en el ámbito del ejercicio, de la alimentación y el dormir, pero, repito, la causa más profunda es el temor-pasión. El temor-pasión es el que nos hace poner como centro de nuestra preocupaciones principales cualquier bien sensible… en vez de Dios.
Ocupando determinados bienes sensibles, incluido el propio cuerpo, desde luego, más energía psíquica que otros bienes. Y aunque presumamos de tener a Dios en primer lugar, nos mentimos.
El amor y el temor no pueden coexistir en la misma medida, uno va mitigando al otro… por ello creciendo en ese amor de Dios como respuesta de su amar primero, nos vamos poco a poco curando del miedo. Por ello algunos han llegado a decir que la medida de la calidad de nuestra oración es el desgaste paulatino de nuestros miedos.
La Pandemia y la pusilanimidad que tuvimos una gran parte de los católicos y cristianos protestantes para obrar bien y caritativamente nos demostró nuestra poca confianza en Dios.
Recordemos que el problema no es caer o equivocarse, sino no aprender de los errores. No aprender de los errores es necedad. No desperdiciemos oportunidades para amar a Dios, y yo soy el primero al que tengo que recordárselo.
Lema del P. Rubio (jesuita español) aquí citado por el P. Jorge Loring: "Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace".